La Real Orden de 23 de octubre de 1808 sobre subrogación en el mando de la Capitanía General
A principios de 1808, falleció en esta ciudad el señor Presidente y Capitán General, don Luis Muñoz de Guzmán, quien por espacio de seis años gobernó este reino con la prudencia, política, desinterés y sabiduría, que tanto honor dieron a su persona y harán siempre grata su memoria. La subrogación de este empleo debía recaer en el militar de más alta graduación que actualmente se hallase empleado y existente en el Reino, según novísima Real Orden fecha en Aranjuez a 23 de octubre de 1806; y siendo esta la primera vez que ocurría poner en práctica la referida ley, que privaba a la Real Audiencia del Gobierno interino, suscitó este Tribunal algunas gestiones que dificultaban la pronta ocupación de la Presidencia.
Hallábanse a la sazón en el Reino tres brigadieres, a saber: en Concepción, el señor don Francisco Antonio García Carrasco, del Real Cuerpo de Ingenieros; el señor don Luis de Alava, de artillería; y en esta capital, el señor Conde de la Conquista don Mateo Toro. El primero, sin duda, el llamado al mando interinamente por ministerio de la citada ley, por la antigüedad de sus despachos, en cuya virtud después de consultar este oficial el Consejo de Guerra, residente en Concepción, dirigió un escrito a esta Real Audiencia alegando los derechos que le competían a la sucesión del mando, y aunque intervinieron algunas contestaciones y dificultades, todas se conciliaron brevemente, y el día 22 de abril de 1808, fue recibido el señor Carrasco en esta capital y se posesionó del gobierno con todas las solemnidades y formalidades de estilo.
Un agregado de raros accidentes elevaron al señor don Francisco Antonio García Carrasco a la primera silla de este Reino; en la que no fue recibido con disgusto de sus habitantes, siendo manía general de casi todos los hombres, prometerse mejor fortuna en la mudanza de superiores. En efecto, el ilustre Cabildo de esta capital, queriendo dar al nuevo Jefe un testimonio nada equívoco de su estimación y aprecio, acordó suplicar al Soberano, le confiriese la continuación y propiedad del gobierno, a cuyo fin extendió y dirigió un expresivo y reverente escrito en forma de súplica, en que después de elogiar y recomendar las virtudes y talentos que caracterizaban al señor Carrasco, como sujeto el más a propósito para gobernar con acierto y felicidad el reino, piden a su Majestad se digne librarle el título y despachos de propietario. La noticia de este suceso que la iniquidad de los tiempos ocultó al público, es importante y notable para lo sucesivo; y nos consta de su certidumbre, aunque en los acuerdos del Cabildo no quedó auténtico; por testimonio de los dos Alcaldes capitulares que lo presenciaron y actuaron, y por confesión del caracterizado y verídico sujeto que lo escribió y dirigió a su Majestad.
No criticamos por ahora la intención y fines que pudieron ocultarse en este procedimiento del Cabildo; pero la conducta posterior y sucesiva de este respetable cuerpo nos desengañará de la inconsistencia, liviandad y pérfida de los hombres que no caminan por la senda recta de la sinceridad y verdad.
Desde el primer punto en que el señor Carrasco se vio llamado por el rey a la sucesión de mando, se halló en la necesidad de buscar un facultativo en leyes que esclareciese sus derechos contra la Real Audiencia, que pretendía obscurecerlos y dirigirse sus primeros pasos y gestiones que no eran de menos importancia que del Gobierno Superior de todo el Reino.
Portada del manuscrito de la Memoria Histórica y Documentos Anexos, la cual fue encontrada en la Casa de Gobierno en febrero de 1817. El documento se conserva en el Archivo Nacional. |
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