Fuente: Icarito

Diego Portales Palazuelos: El organizador de la República

Su actuación ministerial y sus ideas sobre la forma de ejercer el poder político quedaron plasmadas en la Constitución de 1833, en cuya redacción, si bien es cierto no intervino, influyó decididamente, en el sentido de establecer un régimen impersonal y fuerte.

Su padre tomó parte activa en el movimiento revolucionario iniciado en 1810, ocupando varios puestos de importancia en el Congreso y en algunas de las juntas gubernativas.

Su madre era una mujer decidida y audaz que durante la prisión de su marido se hizo conocida por solicitar públicamente ayuda para poder mantener a sus 23 hijos.

Diego estudió en el Convictorio Carolino y luego pasó al Instituto Nacional para seguir Leyes, que dejó para dedicarse a la docimacia, es decir, el arte de ensayar los minerales; se recibió como ensayador en 1817 para trabajar en la Casa de Moneda. Sin embargo, no sería esta su ocupación fundamental. Se dedicó al comercio, para lo cual formó una asociación con José Manuel Cea, junto a quien se radicó en el Perú.

Su participación en política lo convirtió en el más importante hombre del gobierno conservador instaurado a partir de 1829.

Diego Portales contrajo matrimonio en 1819 con Josefa Portales Larraín, quien murió dos años después, al igual que las dos hijas del matrimonio. Pasado algún tiempo, se relacionó con Constanza Nordenflycht, madre de sus tres hijos.

Su experiencia comercial

En 1824, Diego Portales y José Manuel Cea remataron el estanco del tabaco, naipes, licores extranjeros y té, es decir, el monopolio de internación y venta de estos productos. A cambio, su firma comercial se comprometía a cancelar anualmente los intereses y a amortizar la deuda que el fisco había contraído en Londres -el empréstito de Irisarri-.

El estanco fue rechazado por la opinión pública, pues se le consideró como negativo para el desarrollo de la industria del país. Si bien los socios tenían aquel privilegio, ello no era obstáculo para que otras personas se dedicaran ilegalmente a la importación y distribución a un precio más bajo de aquellos productos. Por más que Portales y Cea trataron de combatir a los contrabandistas, estos llevaban la delantera y empezaron a causarles perjuicios económicos.

Fue así como la primera cuota no pudo ser pagada, generándose bastante inquietud entre los acreedores ingleses y por ello se planteó una revisión del contrato. Al mismo tiempo, Portales trataba de incluir en su compañía a otros capitalistas; aducía que si se lograba controlar el contrabando con la ayuda del gobierno, los resultados serían beneficiosos para quienes participaran.

Las sospechas sobre el estanco

Sin embargo, esto no se produjo, y en 1826 el Congreso resolvió que el estanco debía volver a manos del Estado. Paralelamente, Portales había conseguido que el gobierno considerara a la compañía como concesionaria y no propietaria del estanco, con lo que los socios podían seguir operando y obtener una comisión sobre el valor de las transacciones.

Estas operaciones levantaron un cúmulo de sospechas y Portales ofreció pagar una fuerte suma de dinero a quien demostrase que había dolo en el negocio. Cuando se procedió a la liquidación, el Fisco resultó debiendo a la compañía la suma de 87 mil pesos, que Portales y Cea no cobraron quizás en retribución, puesto que de haber seguido siendo considerados como propietarios del estanco, habrían resultado arruinados.

El político

La experiencia comercial de Portales no fue muy exitosa, pero le permitió ir ocupando algunos cargos en el Consulado -que era la asociación gremial de los mercaderes- de Santiago, donde llegó a ser cónsul en 1823. En 1825, fue miembro del Consejo Consultivo formado por Ramón Freire. Tal vez, el fruto más importante de este aprendizaje fue el conocimiento que alcanzó de la realidad del país en aquellos difíciles años de la Organización nacional, el que aplicó con posterioridad, cuando asumió como ministro de Estado.

El primer nombramiento ministerial de Portales se produjo en 1830, cuando el Presidente José Tomás Ovalle le asignó las carteras de Interior y Guerra; sin embargo, sería tras la victoria conservadora en Lircay cuando empezaría a destacarse y convertirse en el verdadero eje y motor del poder.

Manteniendo su puesto, impuso a los contrarios todo el peso y rigor de la ley y organizó la administración del Estado con un hondo sentido de rigurosidad. Asimismo, creó la Guardia Cívica -que sirvió de contrapeso al poder militar del ejército-, controló a la prensa opositora, y dio de baja a varios jefes militares, muchos de ellos destacados hombres que habían actuado en la época de la Independencia, por su participación en actividades políticas.

En agosto de 1831, renunció a sus cargos y se retiró a Valparaíso para volver a la actividad comercial, siendo nombrado Gobernador de dicha ciudad.

Su actuación ministerial y sus ideas sobre la forma de ejercer el poder político quedaron plasmadas en la Constitución de 1833, en cuya redacción, si bien es cierto no intervino, influyó decididamente, en el sentido de establecer un régimen impersonal y fuerte.

Un hombre imprescindible

Quienes lo reemplazaron, no se distinguieron por el celo funcionario que él había impuesto como modelo de la administración pública; este hecho lo volvió a la palestra pública, al formular una serie de críticas al gobierno.

El nombramiento de Joaquín Tocornal en la cartera de Interior, hizo que la voluntad de Portales empezara a prevalecer: Tocornal convenció al Presidente José Joaquín Prieto de que se debía consultar al ex ministro en varias materias y este, lentamente, fue transformándose en imprescindible.

Esto también provocó una escisión en el grupo pelucón.Manuel Rengifo -quien se destacaba como un eficiente ministro de Hacienda- lideró una facción que se oponía a la tutela que Portales ejercía sobre el Presidente Prieto.

El gabinete se dividió: por un lado estaba Tocornal -el hombre de Portales- y por el otro, Rengifo.

Cuando se empezó a hablar de una posible candidatura presidencial de Rengifo para la elección de 1835, Portales hizo su reaparición pública. Prieto lo nombró ministro de Guerra, Tocornal reemplazó a Rengifo en Hacienda, y luego Portales asumió, sin dejar su cargo en Guerra, la titularidad en el ministerio del Interior. La disputa quedó así zanjada definitivamente.

La Confederación Peruano-Boliviana

Un nuevo frente de preocupaciones se abrió en 1836, esta vez en el plano internacional. Partiendo desde el Perú, una expedición militar comandada por el exiliado general Ramón Freire trató de derribar al gobierno de Prieto, intentando apoderarse de Valdivia y Chiloé. La preocupación de las autoridades fue más allá del mero hecho puntual, pues era preocupante que el gobierno de la Confederación Peruano-Boliviana -encabezado por el Mariscal Andrés de Santa Cruz- hubiera impulsado dicha acción, o al menos, no hubiera hecho nada por impedirla. Lo anterior, sumado a la guerra aduanera que El Callao sostenía con Valparaíso -puertos que cada uno de los gobiernos trataba de convertir en los principales del pacífico sudamericano-, planteaba un conflicto que Portales estaba decido a resolver lo más rápidamente posible.

Ese mismo año zarpó hacia El Callao la fuerza militar comandada por Victorino Garrido, cuya misión era apoderarse de las naves peruanas. El objetivo se cumplió con éxito y, ante ello, Santa cruz aceptó que los barcos fueran trasladados a Chile, a condición de que no se rompieran las relaciones diplomáticas.

Portales era partidario de la guerra, porque veía en la existencia de la Confederación no solo un peligro político para Chile, sino también a un poderoso rival económico. Se envió como ministro plenipotenciario aMariano Egaña, con el encargo principal de conseguir el término de la unión de aquellos países. Al fracasar las negociaciones, se declaró la guerra.

Fusilamiento del ministro

El conflicto bélico no era popular en Chile, incluso entre algunos sectores militares. Estos mismos fueron los que, finalmente, terminaron con la vida del ministro Portales.

En 1837, se encargó al coronel Antonio Vidaurre la preparación de las tropas. Este oficial, según muchas sospechas, tramaba desde hacía tiempo un complot influido por Santa Cruz. Lo concreto es que el 2 de junio de ese año, Portales salió de Valparaíso rumbo a Quillota para revistar las fuerzas. Al día siguiente fue detenido y Vidaurre ordenó su traslado junto a las tropas, hacia el puerto, en el entendido de que el Batallón Valdivia, comandado por Juan Vidaurre, se sumaría al movimiento.

Sin embargo, ello no ocurrió y esa fuerza, en conjunto con las guardias cívicas de Valparaíso -que el mismo Portales había formado cuando fue Intendente de la ciudad- le cortaron el paso en el cerro Barón, donde los amotinados fueron derrotados (6 de junio). El ministro era custodiado por un piquete que estaba al mando del capitán Santiago Florín, quien conociendo la noticia de la derrota ordenó el fusilamiento de Portales. Tras la descarga de fusilería, además, fue atacado con las bayonetas.