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OPINIÓN
Especial publicado en Clarín.com en agosto de 2005
San Martín, fundador de patrias

En esta publicación se entregan datos biográficos de José de San Martín y se desmiente la afirmación de que el libertador haya muerto olvidado y en la pobreza.


Por Alberto González Toro y y Laura Vilariño.-
Era un verano poco agradable. Ese 17 de agosto, amaneció con densas nubes sobre el tranquilo Boulogne Sur Mer. El general estaba enfermo: el asma, el reuma y sus antiguas y terribles úlceras le habían sacado las ganas de vivir. Un año antes, en 1849, se había quedado ciego. Ya no le interesaba la lectura de los grandes teóricos franceses, y hacía mucho tiempo que no iba a la Opera de París. Como siempre, su desayuno fue frugal. Mientras le pedía a su hija Mercedes que le leyera los diarios, pudo ver a lo lejos cómo avanzaban las nubes. Un indicio, tal vez; un presentimiento, un aviso, la cercanía de la muerte. Poco después del mediodía, el general sintió como un fuego en su estómago. Casi no sufrió: murió a las tres de la tarde. Las nubes, más densas, se agolparon sobre esa ciudad francesa que nunca le hizo olvidar a Mendoza, su tierra de adopción. Es probable que antes de morir haya pensado en Cuyo, en Chile y en Perú, sus lugares de gloria.

(www.clarin.com)
"Se puede decir que San Martín es el único militar de la guerra de la Independencia hispanoamericana con formación profesional. El cruce de Los Andes, en esa época y en esas condiciones, sólo lo pudo hacer un genio, dice Patricia Pasquali, doctora en Historia, investigadora del Conicet, y autora, entre otros libros dedicados al Libertador, de "San Martín, la fuerza de la misión y la soledad de la gloria". Tenía sólo 11 años (ver De Yapeyú a...) cuando ingresó, en 1789, en el Ejército español, donde pasó 22 años, la mayoría de ellos en la infantería. Las ideas de la Revolución Francesa, con su tríptico "libertad, igualdad y fraternidad", se expandían por Europa. Fue muy influido por sus ideas.

Y la masonería, con su exaltación del humanitarismo, completó su formación ideológica. Cuando llegó al Río de la Plata tenía 34 años, fue para esa época era más de la mitad de la vida de una persona. Su
objetivo era libertar a un continente."

Había arribado al puerto de Buenos Aires en la fragata inglesa "Canning". Desde su llegada, los rioplatenses lo vieron con desconfianza. ¿Era un agente inglés? ¿Era un infiltrado napoleónico? Pudo quedarse, al principio, gracias a sus contactos masónicos. "En gran parte, esta desconfianza explica su exposición física en San Lorenzo: un comandante como él nunca se va a poner primero en la
acción si es que no tiene que dar una prueba de sangre. En ese combate, San Martín pudo haber muerto", apunta Pasquali. De todas maneras, el "puerto" nunca le dispensaría una confianza total.

Muchos años después, en carta a su gran amigo Tomás Guido, y hablando en tercera persona, el general escribirá: "San Martín siempre va a ser un sospechoso". Cuando las autoridades de Las Provincias Unidas le retacean equipos y dinero para realizar su gigantesco paso de Los Andes, él les dice que designen como jefe a otro general, Ramón Balcarce. "Yo lo secundo", argumenta. Ya en Chile, los chilenos no quieren tener un general argentino al frente de las tropas que iban a conquistar Perú, el centro del imperio español. "Pónganlo a O''Higgins, yo lo secundo", repite. "Yo seré su segundo", le dice al general Simón Bolívar en la célebre reunión de Guayaquil.

Nada, sin embargo, impedirá que San Martín, con los años, sea considerado el "Padre de la Patria". Fabio Wasserman, doctor en Historia y docente de la cátedra de Historia I en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, precisa: "Que sea el Padre de la Patria tiene que ver no sólo con lo que hizo, sino también con la implementación de políticas que lo consagraron como tal. Recordemos que la declaración del 17 de agosto como una efemérides patria, recién fue sancionada a comienzos de la década de 1930, bajo el gobierno del general Agustín P. Justo. La apoteosis de su figura se daría en 1950,
con el gobierno de Juan Domingo Perón, cuando se festejó "el año del centenario" como homenaje al prócer. Por supuesto que ni Justo ni Perón inventaron la figura de San Martín, ya era reivindicada casi por unanimidad por los dirigentes argentinos desde mediados del siglo XIX, pero sus gobiernos intervinieron eficazmente en su consagración y en la forma en que debía ser recordado".

Wasserman, al igual que Pasquali, acentúa el papel decisivo que jugó la logia Lautaro en la carrera de San Martín, y en su posterior destino como Padre de la Patria. Así lo fundamenta: "El giro de los
acontecimientos históricos hizo que, tras la ocupación de la península ibérica por Francia en 1808, los españoles lucharan aliados con los ingleses y portugueses. Este hecho permitió que el joven militar
tomara contacto con oficiales y políticos de Inglaterra, que lo introdujeron en las logias masónicas que impulsaban la independencia americana bajo la inspiración del venezolano Francisco de Miranda.

Fue entonces que, junto con otros militares como Carlos Alvear y Zapiola, decide regresar a América. Gracias a la logia pudo insertarse en la vida pública rioplatense". La influencia de los masones se pudo ver en el movimiento insurreccional de octubre de 1812, cuando cae el Primer Triunvirato. Este movimiento impulsó, además, la convocataria a la Asamblea del año XIII. Su objetivo era "poner todos los esfuerzos al servicio de la independencia americana y, en ese sentido, se adecuaba a los planes y a las ideas de San Martín". Wasserman subraya que "la logia sería decisiva para que él obtuviera los destinos políticos y militares que consideraba más convenientes a sus propósitos, así comovtambién para que el Directorio apoyara su idea de liberar a Chile y Perú".

El genial estratega cometió (era humano, al fin) un grueso error: pensó que con la toma de Lima, a la que entró prácticamente sin disparar un tiro, ya estaba consolidada la victoria contra los realistas. Aclamado por el pueblo, nombrado "Protector", el triunfo le hace "olvidar" que las tropas españolas se han retirado a las sierras peruanas, "donde están las fuentes de aprovisionamiento y el clima es
más benéfico, más saludable. Las grandes epidemias, que merman a las fuerzas del Ejército de Los Andes, brotan en la costa del Pacífico", comenta la doctora Pasquali. Simultáneamente, en Salta matan a Martín Miguel de Güemes, que con sus gauchos había impedido nueve invasiones desde el Norte. Con esa zona desprotegida, y la deserción de Lord Cochrane, al servicio de Chile, con toda su escuadra, San Martín queda desguarnecido. "¿Qué le quedaba al general?, se pregunta Pasquali. Si no puede contar con la ayuda del Río de la Plata, que no le paga ni los sueldos, ni con la de Chile, sólo le queda tomar contacto con Simón Bolívar, el libertador del Norte. Este ya había terminado con los realistas y formado la Gran Colombia con la suma de Venezuela, Nueva Granada y Ecuador. ¿Qué se discute en esa reunión que pasará a la historia como el Encuentro de Guayaquil? Existen dos versiones: la que sostiene la Academia Nacional de Historia Argentina, y la que da a conocer la Academia Venezolana. La nuestra se fundamenta en la carta que San Martín envió al francés Lafond de Lourcy, en donde le cuenta lo que todos aquí sabemos: que le ofreció a Bolívar ser su segundo o compartir el mando, propuesta que fue rechazada categóricamente por el venezolano. Ante la idea de unificar a los dos ejércitos, Bolívar sólo le ofreció mil hombres en devolución a los que San Martín le había
enviado para que consolidara su dominio del Ecuador. El libro de Lafond, donde incluye la carta de San Martín, se publicó en 1843. San Martín, que lo leyó, nunca lo desmintió. Los bolivarianos dicen que jamás se habló de eso. Con la negativa de Bolívar, San Martín terminaba su misión libertadora en América.

Con los territorios del Río de la Plata en guerra civil, con el opacamiento de Bolívar, el proyecto de los Estados Unidos de América del Sur quedó como un sueño. En 1824, el general vuelve a Europa,
acompañado por su hija Mercedes. Su mujer, Remedios, había muerto un año antes, en plena juventud. Hay un fugaz retorno al Plata, en 1829, pero no desembarca en Buenos Aires, asolada por las guerras civiles, y opta por Montevideo, donde junto a un contable reorganiza sus finanzas. "San Martín no murió pobre. Al contrario, tuvo una vejez muy burguesa, que le permitió comprar su casa de Gran Bourg, y otra en París, de cuatro pisos. Era, además, un hombre austero, previsible, que planificaba hasta los últimos detalles", cuenta Pasquali. Cuando se le pregunta por la vida sentimental del general en Europa, la doctora responde: "Es un misterio, al revés de lo que había ocurrido en América, donde son muy conocidos sus amoríos".

En su testamento, San Martín prohibió que se le hiciese un funeral, y pidió explícitamente que se lo trasladase a un cementerio, "aunque desearía que mi corazón descanse en Buenos Aires". Dice Pasquali: "Es una gran contradicción que sus restos estén en la Catedral. La Iglesia no lo quería, por eso se hizo el Mausoleo afuera del recinto consagrado. Debería estar enterrado en la Recoleta: la Ciudad le había destinado un lugar en este cementerio".

Fuente:
Clarín.com



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